Los
puntos clave de El corazón de las tinieblas son, por un lado un canto contra el
imperialismo y el colonialismo y por otro, tal y como apunta Mario Vargas Llosa
en el prólogo, la dialéctica entre civilización y barbarie.
El
siguiente párrafo extraído de la obra nos muestra un ejemplo de ésta crítica: “Eran
conquistadores, y eso lo único que requiere es fuerza bruta, nada de lo que
pueda uno vanagloriarse cuando se posee, ya que la fuerza no es sino una
casualidad nacida de la debilidad de los otros”.
Otro
de las manifestaciones del sistema colonial europeo de finales del siglo XIX es
la explotación de los seres humanos, crítica en la que Joseph Conrad también es
insistente.
Sobre
esta crítica a los sistemas de explotación, el siguiente ejemplo: “aquellas
cabezas clavadas en las estacas”,
práctica utilizada por el agente Kurtz en el que se muestra la tiranía de los
europeos en la conquista y dominación del continente africano.
Tal
y como describe el director: “los métodos del señor Kurtz habían constituido la
ruina de aquella región… el señor Kurtz carecía de frenos para satisfacer su
apetito”.
Este
corazón de los tinieblas en la que los hombres se transforman y donde la
inmensidad de la naturaleza acaba poseyéndolo y mostrando sus instintos más
salvajes, ha sido una constante en el continente africano desde que los
europeos dividieron y explotaron artificialmente este continente culturalmente
tan rico.
Tal
y como expone Ryszard Kapuscinski en Ébano, “en tiempos anteriores a la
colonización, en África habían existido más de 10.000 países”, más de 10.000
culturas. El colonialismo europeo lo dejó en medio centenar de estados
artificiales.
El
corazón de las tinieblas se mantiene fresca hoy en día y no deja de estar de
rabiosa actualidad.
Tal
y como indica Javier Valenzuela, se ha empleado el término “guerras sucias”
para definir aquellas en las que no intervienen directamente ejércitos
nacionales-convencionales.
En
los últimos años, África se ha convertido en el escenario por excelencia de las
guerras sucias.
El
señor de la guerra congolés Thomas Luganba, acusado de brutales campañas de
limpieza étnica en la que ha reclutado a niños soldados es un claro ejemplo de
los horrores y el salvajismo que denuncia Joseph Conrad.
Otro
ejemplo es el criminal Joseph Kony y su ejército de 300 combatientes, el cual
secuestra y mutila a sus víctimas. En la actualidad se encuentra en el noroeste
de la República Democrática del Congo, en este corazón de las tinieblas
selvático donde este y otras bandas criminales campan a sus anchas.
Joseph
Conrad denuncia esta locura que se está apoderando del corazón africano, una
lucha entre “el denso y mudo hechizo de la selva” que atrae al hombre a estos
brutales instintos y pasiones monstruosas.
Los
europeos somos responsables de estas actuaciones puesto que explotamos,
aniquilamos culturalmente a los africanos y los abandonamos a la suerte de
tiranías corruptas y sectarias.